De un clérigo leemos que era loco, perdido,
en los vicios mundanos fieramente embebido:
pero aunque estaba loco, tenía un buen sentido:
amaba a la Gloriosa de corazón cumplido.
Pero aunque estaba el hombre al mal acostumbrado,
en saludar a ella era bien acordado:
y ni iría a la iglesia ni a hacer ningún mandado
sin que su nombre antes no hubiera pronunciado.
Decir yo no sabría en qué cierta ocasión,
ya que no lo sabemos si la buscó él o no,
enemigos le dieron asalto a este varón,
y fueron a matarle, deles Dios su perdón.
Los hombres de la villa, también sus compañeros,
cómo esto aconteciera ellos no eran certeros,
y fuera de la villa, por entre unos riberos
allá lo soterraron, mas no entre los diezmeros.
Le pesó a la Gloriosa mucho este enterramiento,
ya que yacía su siervo fuera de su convento:
apareciese a un clérigo de buen entendimiento,
y díjole: «Hicisteis error sin fundamento.
Mándote que lo digas: que el que es mi cancelario,
no merecía ser echado del sagrario;
diles que no lo dejen allí otro treintenario
sino que con los otros lo lleven al osario.
El que habéis soterrado lejos del cementerio,
al que no habéis querido hacerle ministerio,
por este yo te hago todo este reguncerio,
si no lo realizas, ya verás lo que es serio».
El dicho de la dueña fue luego realizado:
abrieron el sepulcro aprisa y muy privado
y vieron un milagro no simple, mas doblado;
el uno como el otro fue enseguida notado.
Salía, muy hermosa, de su boca una flor,
de muy grande hermosura, de muy fresca color,
llenaba toda la plaza con su sabroso olor,
que no sentían del cuerpo un punto de su hedor.
Encontraron la lengua que era tan fresca y sana
cual se muestra por dentro una hermosa manzana:
no la tendría más fresca a la media mañana
cuando se hallaba hablando en medio la quintana.
Vieron todos que esto venía por la Gloriosa,
pues otra no podía hacer tamaña cosa:
trasladaron el cuerpo, cantando «Specïosa»,
más cerca de la iglesia a tumba más preciosa.
Todo hombre en el mundo hará gran cortesía
si hiciera gran servicio a la Virgen María:
mientras que fuera vivo, tendrá placentería,
y salvará su alma en el último día.
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