martes, 14 de febrero de 2012

Romances Fronterizos

DE ABENÁMAR Y EL REY DON JUAN



-¡Abenámar. Abenámar,

moro de la morería,

el día que tú naciste

grandes señales había!

Estaba la mar en calma,

la luna estaba crecida;

moro que en tal signo nace

no debe decir mentira.

-No te la diré, señor,

aunque me cueste la vida.

-Yo te agradezco, Abenámar,

aquesta tu cortesía.

¿Qué castillos son aquéllos?

¡Altos son y relucían!

-El Alhambra era, señor,

y la otra, la mezquita;

los otros, los Alixares,

labrados a maravilla.

El moro que los labraba

cien doblas ganaba al día,

y el día que no los labra

otras tantas se perdía;

desque los tuvo labrados,

el rey le quitó la vida

porque no labre otros talesal

rey del Andalucía.

El otro es Torres Bermejas,

castillo de gran valía;

el otro Generalife,

huerta que par no tenía.

Allí hablara el rey Don Juan,

bien oiréis lo que decía:

-Si tú quisieras, Granada,

contigo me casaría;

daréte en arras y dote

a Córdoba y a Sevilla.

-Casada soy, rey Don Juan,

casada soy, que no viuda;

el moro que a mi me tiene,

muy grande bien me quería.

Hablara allí el rey don Juan,

estas palabras decía:

-Échenme acá mis lombardas,

doña Sancha y doña Elvira;

tiraremos a lo alto,

lo bajo ello se daría.

El combate era tan fuerte,

que grande temor ponía.


Echo por: Sara.


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